miércoles, 16 de diciembre de 2015

El amor romántico

El amor es una construcción social y cultural, y en cada etapa histórica se ha interpretado de manera diferente así como los vínculos que deben existir o no entre el matrimonio, el amor y el sexo.

El amor romántico es un producto mítico que posee, por un lado, una base sociobiológica que se sustenta en las relaciones afectivas y eróticas entre humanos, y por otro, una dimensión cultural que tiene unas implicaciones políticas y económicas, dado que lo que se supone un sentimiento individual, en realidad influye, conforma y modela las estructuras organizativas colectivas humanas” Herrera (2013, p.76).

El ideal romántico de nuestra cultura ofrece un modelo de conducta amorosa que estipula lo que “de verdad” significa enamorarse y qué sentimientos han de sentirse, cómo, cuándo, y con quién sí y con quién no. Es este componente cultural, el causante de que se desarrollen creencias en torno al amor que en muchas ocasiones dificulta el establecimiento de relaciones sanas y provoca la aceptación, normalización, justificación o tolerancia de comportamientos claramente abusivos y ofensivos.

En este sentido, Martín (2012) establece que el amor romántico pasa por una serie de etapas, que son:

“- Atracción: Es el deseo hacia la otra persona por sus características físicas o actitudinales. Este deseo hace que la persona experimente fuertes emociones y tenga la necesidad de un acercamiento físico, y de que dicha persona le preste atención.

- Enamoramiento: Estado puramente emocional donde existe un fuerte deseo de unión con la otra persona. Es una experiencia emocional que hace que la persona sienta alegría y pena, ternura y sexualidad.

- Amor obsesivo: Un apego ansioso, hay dificultad de discernir la realidad y la idealización de la relación. También se tienen sentimientos opuestos, pero mucho más extremos.

- Amor desesperado: No suele ser mutuo y se busca esa mutualidad, suele desencadenar en violencia, debido a su carácter amenazante y con tintes acosadores”  (p. 13-14).


Información extraída de:
Herrera, C. (2013). La construcción Sociocultural del Amor Romántico (2ª ed.). Madrid: Fundamentos.

Martín, M. (2012). Cuando el amor se convierte en violencia: iniciación a una investigación socioeducativa. Universidad de Valladolid.

martes, 8 de diciembre de 2015

Formas de violencia de género

En la relación al post anterior, la violencia de género se puede ejercer de diferente forma, aunque el maltrato físico sea el que más se detecta, hay otros que pueden llegar a ser más dañinos que otros. Asimismo, en la pareja hay cuatro tipos, que son:

- Maltrato físico: son aquellas acciones que pueden provocar lesiones físicas u otro daño. Por ejemplo: empujones, tortazos, patadas, etc.

- Maltrato psicológico: son aquellas acciones que provocan daños cognitivos, conductuales y emocionales. Por ejemplo: insultos, desprecios, humillaciones, etc.

- Abuso sexual: se refiere a cualquier acción que implique la vulnerabilidad del derecho de la mujer de decidir sobre su vida sexual y reproductiva. Por ejemplo: mantener sexo no seguro, forzarla a mantener relaciones, etc.

- Abuso económico: se trata de las acciones ilegales de utilizar los recursos económicos o propiedades de la mujer. Por ejemplo: quitarle el sueldo de trabajo, darle poco dinero, etc.

Además, la violencia de género tiene lugar en diferentes ámbitos, como pueden ser: el doméstico (es aquella violencia ejercida hacia la mujer en el hogar); el laboral (se refiere a la violencia ejercida en el trabajo, cuando ambos son de la misma empresa); y por último, el social (es toda aquella violencia ejercida en los espacios públicos).

Información extraída de:

ONU. (1993). Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Violencia de género

Según la Ley 16/2003, de 8 de abril, de Prevención y Protección Integral de las Mujeres contra la Violencia de Género, define violencia de género como:

Todo tipo de actuación basado en la pertenencia a dicho sexo de la víctima, y con independencia de la edad de ésta, que, a través de medios físicos o psicológicos, incluyendo las amenazas, intimidaciones o coacciones, tenga como resultado posible o real un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, y se realice al amparo de una situación de debilidad o de dependencia física, psicológica, familiar, laboral o económica de la víctima frente al agresor (art.2).

Asimismo, se considera violencia contra las mujeres, a los efectos de esta Ley, aquellas conductas, estén o no, tipificadas como delito o falta penal o infracción administrativa por legislación vigente, las siguientes; malos tratos físicos, malos tratos psicológicos, malos tratos sexuales, acoso sexual, mutilación genital femenina, maltrato o malos tratos económicos, el tráfico o utilización de mujeres con fines de explotación sexual, violencia contra los derechos sexuales y reproductivos de la mujer y cualquier otra forma que lesionen o sean susceptibles de lesionar la dignidad.

Siguiendo con la ley, “en función al ámbito y naturaleza de la relación que une al agresor con la víctima, las situaciones de violencia contra las mujeres se clasifican en: Situaciones de violencia doméstica, situaciones de violencia laboral y docente, situaciones de violencia social” (art. 4).

Por último, es necesario destacar por un lado, los factores de riesgo de la violencia, que son definidos como “variables que hacen que el sujeto sea vulnerable a conductas y actitudes violentas. Los factores de riesgo pueden ser individuales, familiares, sociales o culturales” 
(Sanmartín; Iborra; García y Martínez, 2010, p.28).

  • Factores socioculturales: de las víctimas (carencia de apoyo social y escaso apoyo institucional); y de los agresores (cultura patriarcal, consideración de la mujer como un ser subordinado al hombre; inferior; e incluso como un objeto de su propiedad).
  • Factores familiares: autoritarismo (en el ámbito familiar siempre ha existido una estructura vertical en el que el hombre ejerce poder sobre su pareja y los miembros de la familia y todos los aspectos de su pareja (vestimenta, actividades, amistades, etc.) hasta el punto de que decide por ella lo que puede o no puede hacer y a quién puede ver.

  • Factores individuales: de las víctimas (la dependencia económica y emocional); y, de los agresores (interiorización de un modelo de masculinidad rígido y estereotipado; socialización autoritaria en el valor de la disciplina y del control, presencia de notas psicológicas relacionadas con la socialización sexista recibida (inseguridad, baja autoestima, misoginia, etc.); abuso de sustancias tóxicas (alcohol y drogas) (Sanmartín; Iborra; García y Martínez, 2010).


Información extraída de:
Ley 16/2003, de 8 de abril, de Prevención y Protección Integral de las Mujeres contra la Violencia de Género

Sanmartín, J.; Iborra, I.; García, Y.; y, Martínez, P. (2010). III Informe Internacional. Violencia contra la mujer en las relaciones de pareja. Valencia: Centro Reina Sofía.

martes, 1 de diciembre de 2015

Lenguaje sexista

El lenguaje es la principal vía de transmisión de los valores que diferentes agentes van transmitiendo y trasladando de unas generaciones a otras en los procesos de socialización. Este proceso de socialización de la realidad tiene unas implicaciones importantes en el desarrollo de la identidad personal y social.

Los niños (varones) siempre son nombrados, son los protagonistas de las acciones y cuentan con modelos de referencia. Las niñas sin embargo, no son nombradas la mayor parte de las veces; en raras ocasiones son protagonistas de las acciones y no disponen, a través del lenguaje, de modelos con los que identificarse.

La lengua, por su variedad y riqueza, ofrece posibilidades para describir una realidad y expresar lo que imaginamos. De esas posibilidades escogemos unas u otras en función de lo que queremos decir y del contexto en el que estemos, pero sobre todo en función de lo que hemos aprendió.

La causa principal de esta invisibilidad de las mujeres es el androcentrismo, que tiene su reflejo en los usos de la lengua:
  •  Uso del género gramatical masculino como genérico para hacer referencia tanto a hombres como a mujeres. Por ejemplo,  “un grupo de destacados escritores, filósofos, historiadores… ” excluye a las mujeres y las invisibiliza. Considerar que el género masculino engloba al femenino es erróneo y genera confusión.
  •  Presentación del hombre como único sujeto de acción y de referencia y de la mujer como dependiente o subordinada. Por ejemplo, “El señor X acudió a la exposición acompañado de su mujer y su hijo” “Solos, acompañados, en parejas, por grupos iban llegando los invitados” aquí se muestra al hombre como sujeto único y activo protagonista de los hechos que se describen. La mujer aparecen en relación de dependencia o realizando acciones secundarias respecto al hombre.
Los errores más frecuentes derivados del sexismo:
  •  Diferentes tratamientos para cada sexo. Minimizan a las mujeres:
Hombre: señor; hombres; Cristóbal Montoro.
Mujeres: señora o señorita; chicas; La Cospedal.
  • Uso del género femenino para descalificar y hacer alusiones peyorativas a las mujeres o a los valores, comportamientos y actitudes que se les asignan. “Llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre”.
  •  Diferentes cualidades para mujeres (relacionadas con la estética) y para hombres (relacionadas con lo intelectual). “El elegante grupo de asistentes al centro..."
  • Un uso más correcto de la lengua hará que cambie nuestra concepción de la realidad.
Algunas propuestas para un mejor lenguaje:
  • -  Uso no andocéntrico del lenguaje: se trata de representar del mismo modo a las mujeres y a los hombres. 
Mario tiene una familia compuesta por su esposa Inés y sus dos hijos Lorena y Gabriel. -> Inés y Mario junto con su hija Lorena y su hijo Gabriel componen una familia.
  •  No convertir el género femenino en un grupo homogéneo.
  • Al nombrar a mujeres y a hombres alterna a unas y otros en el orden (rompe la jerarquía, hombre y mujer).
  •   No usar el artículo “la” delante de su apellido.
  •  No usar la palabra “hombres” para denominar a la humanidad.
  •  Sustituir sustantivos sexuados por sustantivos abstractos. La familia, el servicio doméstico, el público, la ciudadanía... 
Información extraída de: 
Instituto de la Mujer y Para la Igualdad de Oportunidades. Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.





sábado, 28 de noviembre de 2015

Techo de cristal

El techo de cristal es una superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que impide seguir avanzando. Son elementos psicosociales que impiden que las mujeres, a pesar de tener la misma cualificación y méritos que sus compañeros, no accedan a los puestos de máxima responsabilidad.
La plena participación de las mujeres en las tareas de dirección y de toma de decisiones todavía es un desafío importante. Y la desigual participación de las mujeres en los niveles donde se ejerce influencia, poder y autoridad, hace que no sean ellas las que finalmente decidan o participen en la toma de decisiones sobre el destino político y económico de nuestra sociedad.
Las causas de que exista esta superficie que no se puede ver pero que si existe son; prejuicios sobre la capacidad de la mujer en los puestos de dirección. Coincidencia de la maternidad con el desarrollo de la carrera profesional. Dificultades para la formación. Sobrecarga de roles familiares y laborales.

Información extraída de: 

Instituto de la Mujer y Para la Igualdad de Oportunidades. Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.

martes, 24 de noviembre de 2015

División sexual del trabajo

La división sexual del trabajo implica un mandato social de realizar ciertas labores por ser de un determinado sexo. Las mujeres han sido responsables de las personas que necesitan cuidados (infancia, personas mayores, personas enfermas y personas con discapacidad) y de la gestión doméstica, y los hombres han salido al mercado laboral formal con el objetivo de conseguir un salario para mantener a su familia.

En este modelo de organización social, se ha denominado trabajo reproductivo al realizado mayoritariamente por las mujeres y trabajo productivo al realizado por los hombres.

Como evidencias de esta división social y técnica del trabajo es necesario destacar: la segregación de las mujeres al trabajo doméstico no remunerado, su menor tasa de actividad laboral, la distribución diferente de hombres y mujeres por ramas y sectores de actividad, por tipo y tamaño de las empresas, y dentro de ellas por determinados procesos de trabajo, por secciones, puestos y calificaciones laborales. 

Si comparamos los datos del último trimestre del año 1980 con los datos del tercer trimestre de 2014, se observa cómo la tasa de actividad femenina ha pasado del 27,77% al 53,35% en el tercer trimestre de 2014. Por el contrario, las tasas masculinas son 73,93% y 66,02%, respectivamente en el mismo período del tiempo.

Dentro del sector servicios, las mujeres se concentran en algunas ramas de actividad: educación (el 65,94%) sanidad y servicios sociales (representan el 76,62%), actividades administrativas y servicios auxiliares (54,11%), hostelería (50,45%) y con abrumadora mayoría en el servicio doméstico (88,26%).  Es decir, la ocupación femenina se concentra en actividades en las que se reproducen los roles que le son tradicionalmente asignados y que, están relacionados con el desarrollo del trabajo reproductivo y del trabajo doméstico fundamentalmente.

Por consiguiente, los planteamientos para conseguir la igualdad real entre mujeres y hombres implican la participación plena de las mujeres en el mercado laboral y en igualdad de condiciones a los hombres.

Además, el gran reto social actual es cómo gestionar la atención a la población que siempre, en cualquier tipo de sociedad, va a necesitar cuidados y atención: infancia, personas mayores, personas con discapacidad y personas enfermas y que, esta atención sea compatible con el desarrollo de otros aspectos de la vida, tanto de mujeres como de hombres, y en igualdad de condiciones. Para ello, es necesario un reparto equitativo de responsabilidades  entre mujeres y hombres con el fin de eliminar la discriminación y desigualdad dado que se producen desigualdades en los usos del tiempo.

Información extraída de: 


Instituto de la Mujer y Para la Igualdad de Oportunidades. Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Trabajo doméstico, público y corresponsabilidad familiar

El trabajo domestico es un conjunto de actividades destinadas a producir bienes y  servicios orientados al mantenimiento y desarrollo físico, psíquico y social de quienes conviven en el espacio doméstico. Tiene como características principales que es un trabajo que no posee remuneración y no está valorado por la sociedad. Es un trabajo que no tiene horario delimitado ni reglamentado y no produce reconocimiento de ningún tipo de derecho, es desarrollado casi exclusivamente por mujeres.
En el espacio familiar es donde se desarrollan los cuidados, las tareas domesticas, la resolución de los problemas de la familia, etc. y que tradicionalmente son considerados “cosas de mujeres” A pesar de que no reciban reconocimiento social y no tenga remuneración requieren de un esfuerzo y dedicación que en ocasiones superan a otras ocupaciones que si están remuneradas.

Por el contrario, el trabajo público es aquel que si está reconocido socialmente y que además se recibe remuneración económica por ello.





Responsabilizarse de una tarea significa tener la obligación ultima de su realización, es decir hacerse cargo de que se cumpla una determinada cosa. Sin embargo, ayudar supone estar libre de esa responsabilidad final, es prestar cooperación pero no encargarse de su cumplimiento.

Las mujeres no necesitan ayuda, sino compartir la responsabilidad para democratizar el espacio domestico. Aunque los hombres están incorporándose lentamente a las tareas de mantenimiento del hogar, el cuidado de hijos e hijas y de personas mayores, lo hacen desde una actitud de refuerzo, de ayuda a las tareas de la casa. Pero la conciliación para ser efectiva precisa de una plena participación de los hombres. La conciliación personal, laboral y familiar hace referencia a la compatibilización de los espacios (público y doméstico) y supone la necesidad de que mujeres y hombres compartan estas funciones en la sociedad.

A repartir y compartir las responsabilidades familiares y domesticas se le llama corresponsabilidad familiarSus ventajas son:
-          Mejora la calidad de vida de todas las personas que conforman la familia.
-          Permite alcanzar mayor grado de formación y autonomía personal.
-          Hace posible liberar tiempo para dedicarlo a otro tipo de actividades.




Información extraída de: 
Fundación mujeres.