La división sexual del trabajo implica un mandato social de
realizar ciertas labores por ser de un determinado sexo. Las mujeres han sido
responsables de las personas que necesitan cuidados (infancia, personas
mayores, personas enfermas y personas con discapacidad) y de la gestión doméstica,
y los hombres han salido al mercado laboral formal con el objetivo de conseguir
un salario para mantener a su familia.
En este modelo de organización
social, se ha denominado trabajo reproductivo al realizado mayoritariamente por
las mujeres y trabajo productivo al realizado por los hombres.
Como evidencias de esta división
social y técnica del trabajo es necesario destacar: la segregación de las
mujeres al trabajo doméstico no remunerado, su menor tasa de actividad laboral,
la distribución diferente de hombres y mujeres por ramas y sectores de
actividad, por tipo y tamaño de las empresas, y dentro de ellas por determinados
procesos de trabajo, por secciones, puestos y calificaciones laborales.
Si comparamos los datos del último
trimestre del año 1980 con los datos del tercer trimestre de 2014, se observa
cómo la tasa de actividad femenina ha
pasado del 27,77% al 53,35% en el tercer trimestre de 2014. Por el contrario,
las tasas masculinas son 73,93% y 66,02%, respectivamente en el mismo período
del tiempo.
Dentro del sector servicios, las
mujeres se concentran en algunas ramas de actividad: educación (el 65,94%)
sanidad y servicios sociales (representan el 76,62%), actividades
administrativas y servicios auxiliares (54,11%), hostelería (50,45%) y con
abrumadora mayoría en el servicio doméstico (88,26%). Es decir, la
ocupación femenina se concentra en actividades en las que se reproducen los
roles que le son tradicionalmente asignados y que, están relacionados con el
desarrollo del trabajo reproductivo y del trabajo doméstico fundamentalmente.
Por consiguiente, los planteamientos para conseguir la
igualdad real entre mujeres y hombres implican la participación plena de las
mujeres en el mercado laboral y en igualdad de condiciones a los hombres.
Además, el gran reto social actual es cómo gestionar la
atención a la población que siempre, en cualquier tipo de sociedad, va a
necesitar cuidados y atención: infancia, personas mayores, personas con
discapacidad y personas enfermas y que, esta atención sea compatible con el
desarrollo de otros aspectos de la vida, tanto de mujeres como de hombres, y en
igualdad de condiciones. Para ello, es necesario un reparto equitativo de
responsabilidades entre mujeres y hombres con el fin de eliminar la
discriminación y desigualdad dado que se producen desigualdades en los usos del
tiempo.
Información extraída de:
Instituto de la Mujer y Para la
Igualdad de Oportunidades. Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e
Igualdad.
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